“Basta ser mujer para caérseme las alas”, escribió Teresa Sánchez Cepeda Dávila y Ahumada, Teresa de Ávila, Santa Teresa de Jesús. Escritora, monja, mística, doctora de la Iglesia Católica, fundadora de las carmelitas descalzas y copatrona de España. Teresa de Ávila quería a sus monjas despiertas y valientes. Además, las quería leídas y viajeras. Gran reformadora eclesiástica y una de las grandes escritoras del Siglo de Oro de la lengua castellana.
Poco se puede decir de santa Teresa de Jesús que no se sepa ya, una de las mujeres más importantes de los últimos siglos. Una adelantada a su tiempo que abrió camino y que renovó el mundo en el que vivía. Poeta, mística, apóstol insaciable y maestra espiritual que siglos después sigue siendo un referente.
Conoció a varios de los que más tarde serían también grandes santos de la Iglesia, tuvo una vida de fe convulsa hasta que se encontró con Cristo en sus visiones místicas y en la oración de la que tanto habla en sus textos. Nos queda la fundación de las carmelitas descalzas y sus numerosos escritos.
Santa Teresa fue una mujer adelantada a su tiempo. Hizo cosas impensables para una mujer de hace cinco siglos. Impulsó una orden, abrió numerosos conventos y renovó a la Iglesia gracias a su ímpetu y personalidad arrolladora.
La santa española fue la primera doctora de la Iglesia. Teresa recibió este título en 1970 impuesto por el papa Pablo VI. Este título se otorga oficialmente a ciertos santos para reconocerlos como maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos. Ella fue la primera mujer. Ahora son ya cuatro junto a santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Lisieux y Santa Hildegarda de Bingen.
Era monja pero sobre todo tenía un alma de misionera, que conjugaba con su vida espiritual. Su vida literaria iba unida a su vida misionera. Teresa no perdió el tiempo y en apenas veinte años fundó hasta 16 conventos por toda.