Los poemas de santa Teresa son un producto espontáneo, nacidos al calor de un ambiente festivo, la mayoría de las veces, o como una respuesta, íntima y familiar, a otra misiva del mismo género. Aprovechaba también para improvisar, los largos y pesados viajes. Así lo cuenta María de san José, compañera de la santa en el viaje a la fundación de Sevilla: «Todo se pasaba riendo y componiendo romances y coplas de todos los sucesos que nos acontecían, de que nuestra Santa gustaba extrañamente»
Poetas, psicólogos, lectores comunes o más especializados, críticos literarios y estudiosos de san Juan de la Cruz, se han preguntado por la poesía del santo. Es la reacción de Magdalena del Espíritu Santo que, después de transcribir algunos versos, preguntón a fray Juan: «Si le daba Dios aquellas palabras que tanto comprendían y adoraban». La respuesta que tuvo fue: «Hija, unas veces me las daba Dios y otras las buscaba yo». La poesía de san Juan de la Cruz es «verdadero aliento celestial y divino; uno de los mayores torrentes de luz y calor que ha producido el espíritu del hombre»
Quien no tiene ser juntáis
con el Ser que no se acaba;
sin acabar acabáis,
sin tener que amar amáis
engrandecéis vuestra nada
(Oh hermosura que excedéis, santa Teresa de Jesús)
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
Amada en el Amado transformada!
(Noche oscura, san Juan de la Cruz)